El bárbaro
“Yo soy el bárbaro”, eso me dices todo el tiempo. Cuando te sientas en el minúsculo asiento de la guagua aún si está llena de personas que lo necesitan, cuando acosas a la muchacha o cuando pasas por encima de los demás para tener lo que deseas, no hace ni que yo te lo reproche, tu mirada certera me vuelve a decir lo mismo: “eres el bárbaro”.
Pero no pienses que eres el único, bárbaros y bárbaras en nuestro país hay muchos. El bárbaro en Cuba bautiza a sus hijos bajo la promesa de educarlos en la fe de un solo Dios y después lo entrega a la calle, porque como tú dices, “la calle es la verdadera escuela”.
El otro día te vi buscando trabajo, pero supe que no te habían aceptado porque con un guiño de ojos, le preguntaste al administrador: “¿Hay búsqueda?”. Pero si por buscar, lo hubieses hecho por amor, quizás tu suerte habría cambiado. Pero no, y me vuelves a decir: “Yo soy el bárbaro”. Por eso tienes una esposa que dejaste embarazada cuando apenas tenías 17 años y varias amantes con las que te acuestas cuando sientes los deseos o, al menos, eso es lo que les dices a tus amigos de la esquina.
Este 17 de diciembre te vi en el Rincón. Le hiciste una promesa a Lázaro y tus hijos la cumplieron de rodillas. Qué triste, mi socio, ni el sudor de ellos fue suficiente cuando agarraste de tus manos el celular para hacerte una sefie y mostrarlos en las redes.
Sin embargo, sé que amas con especial ternura a tu madre, aunque en el silencio la haces sufrir. Por si fuera poco, te desvelas toda una madrugada hablando en una esquina sobre cualquier tema; pero cuando te tienes que levantar temprano a trabajar, sufres impacientes quejas.
Pero que nadie ose criticarte. Tú aprovechas cada instante para narrar las etapas de tu vida como si fuese una epopeya y vives comentando los errores de otros y remediando los problemas de los demás. Eso sí, aunque dejaste la escuela cuando eras adolescente, no flaqueas para jugar a cada rato el papel de médico, abogado o albañil.
Como antes te dije, no eres el único. Estamos en una sociedad de muchos bárbaros. Ya pocos se preguntan sobre cuál es el sentido en la vida o se cuestionan lo que les rodea. Pero tú simplemente eliges ser así, y nada más.
