A la espera de la Pascua: La Iglesia católica cubana en tiempos de coronavirus(Parte I)
Era el día 10 de marzo. Varios medios de prensa hacían eco sobre la presencia en Cuba de algunas personas ingresadas en el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK) con sospechas de tener una enfermedad que, de manera explosiva, se expandía por todos los países.
Como es habitual, Julio Pernús después de tomar varias guaguas para trasladarse en la mañana de Guanabacoa hasta la Iglesia de Reina, en Centro Habana, llegó a la oficina de redacción de Vida Cristiana, un pequeño boletín dominical de la Iglesia católica que lleva funcionando desde hace más de medio siglo y donde él trabaja como redactor. Enciende su computadora, toma un vaso de agua y revisa las últimas noticias. “Tenemos que hacer una comunicación para tiempos de crisis”, me comenta.
Es otra de sus ideas fijas que se le ha metido en la cabeza — pensaba yo en medio de todo ese tormento y saturación de informaciones que promovían un miedo generalizado.
Pero él tenía razón. A partir de ese momento, nada sería igual.
De Wuhan a Roma: el coronavirus ataca el centro de la fe católica
Después de pasar unos meses en Cuba en medio de una etapa de crisis económica, popularmente conocida como “la coyuntura”, el padre David Gómez regresó a Roma para realizar un doctorado en teología dogmática en la Pontificia Universidad Urbaniana. Lo que nunca supo fue que, en tan solo un mes, otra coyuntura, aún más compleja, lo atraparía en el continente europeo.
El 9 de enero la Organización Mundial de la Salud (OMS) confirmó que un nuevo tipo de coronavirus había sido aislado de una persona hospitalizada con presencia de la COVID19, una enfermedad que se expandía desde China hacia otros países cercanos.
En tan solo 22 días, fueron confirmados los primeros casos de coronavirus en Italia. Una semana más tarde, esa nación iniciaría la cuaresma más triste de su historia.
El gobierno italiano publicó un decreto nacional, emitido el 8 marzo, que establecía una cuarentena obligatoria en todo el país, en la cual se cerraron las escuelas, negocios e iglesias.
Días antes, el 26 de febrero, Miércoles de Cenizas, ya el mundo católico daba indicios de la gran crisis. Por ejemplo, las misas públicas en Italia y en otras regiones del planeta que inician el periodo de Cuaresma habían sido suspendidas, un hecho inédito en la historia reciente de la Iglesia.
Ecos de las primeras voces de la Iglesia
El Ministerio de Salud Pública de Cuba (Minsap) informó el miércoles 11 de marzo de los primeros casos de infección por coronavirus en el país. Un día después, la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba (COCC) pronunció un discreto comunicado en el cual invitaba, “con una mirada de fe, a conservar la calma y a mantener vivo el sentido de la solidaridad humana ante la posible evolución de la enfermedad en nuestro país”.
Pero ante la inquietud de los agentes pastorales y fieles de la Iglesia, el día 17 de marzo Monseñor Emilio Aranguren, obispo de la diócesis de Holguín y presidente de la COCC, envío a través de las redes una breve nota donde pedía “oración, calma y paciencia”.
Sin embargo, las órdenes religiosas llevaron a cabo las primeras iniciativas. Al día siguiente, el Padre David Pantaleón, superior de los jesuitas en Cuba, se pronunció a favor de lo que él mismo llamó “un ayuno de sacramentos”.
“No hay razones para entrar en pánico. Tampoco para quedarnos como si nada estuviera sucediendo. Es mejor anticiparnos en la prevención evitando que nuestras comunidades y obras puedan convertirse en un foco de propagación. Es una manera de defender y cuidar la vida de todos. Para eso es necesario suspender las actividades donde se aglomeran personas (retiros, convivencias, peregrinaciones, cursos, talleres, celebraciones)”, expresó.
La Conferencia Cubana de Religiosas y Religiosos (CONCUR) fue más allá:
“Consideramos necesario y pedimos: el cierre de las fronteras marítimas y aéreas, que se detenga la entrada de turismo al país, que se decrete el aislamiento social: la suspensión temporal de los centros educativos, la reducción de los horarios laborales (al menos un 50 %, así como la propuesta de trabajo desde las casas), que se continúe trabajando por proveer al pueblo de los recursos de alimentación y aseo indispensables para vivir este momento, así como ofrecer información actualizada y veraz de la evolución de la situación epidemiológica”, así afirmó un comunicado de la junta directiva de este grupo que aglutina a las órdenes de religiosos y religiosas del país.
En ese momento y ante la incertidumbre de algunos sacerdotes sobre si las misas públicas continuaban en medio de la pandemia, el Cardenal Juan de la Caridad García Rodríguez, arzobispo de la Habana, expresó en un mensaje que se mantenía la misa del V Domingo de Cuaresma al igual que los templos abiertos en el horario acostumbrado hasta que la COCC se reuniera y tomara una decisión al respecto.
A su vez, Monseñor Domingo Oropesa Lorente, obispo de Cienfuegos, ordenó en una misiva la suspensión de todos los encuentros diocesanos, así como también sugirió evaluar la posibilidad de disponer espacios en locales de la Iglesia como centros de aislamientos, los cuales serían atendidos por el Minsap.
Desde la “casa de todos los cubanos”, los obispos llegan a un acuerdo
El 23 de marzo durante una transmisión televisa del programa Mesa Redonda, el Primer Ministro de la República de Cuba, Manuel Marrero Cruz, hizo un llamado a que todas las instituciones religiosas del país evitaran la concentración de personas en sus templos para proteger la salud de los fieles y sus familiares ante la actual epidemia de coronavirus en el país.
Pero horas antes, varios obispos que integran el Comité Permanente de la COCC ya se habían reunido en Camagüey para orar juntos y dejarse iluminar por el Espíritu Santo, según una nota de prensa de la COCC.
Fue en ese preciso momento cuando el Cardenal Juan García tomó en sus manos la reliquia del Beato Olallo y el Rosario del Padre Valencia, y se desplazó hacia el balcón del edificio del Arzobispado de Camagüey, desde donde impartió la bendición a todo el pueblo cubano, pidiendo la misericordia de Dios para cada uno de los habitantes de este país.
Seguidamente, fueron hasta el Santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, en Santiago de Cuba, para orar juntos y llegar a un consenso sobre las medidas que debían tomar ante la situación epidemiológica en el país.
Como resultado de esta reunión, el 24 de marzo emitieron un mensaje donde acordaron las siguientes medidas:
1) La suspensión de todas las celebraciones públicas en los templos y comunidades católicas de Cuba, hasta tanto la situación epidemiológica permita la normalización de la vida del País. Nos adherimos así, también, a las indicaciones de la Santa Sede para las circunstancias que está viviendo el mundo.
2) Los sacerdotes celebrarán en privado, en horarios conocidos por los fieles, la liturgia correspondiente a cada día. En ese momento las campanas serán tocadas para invitar a unirse espiritualmente desde las casas.
3) Mantener los templos abiertos el mayor tiempo posible, según lo permitan las condiciones sanitarias requeridas.
4) Los Centros de Formación, Bibliotecas diocesanas y parroquiales, Guarderías, Catequesis de niños y adultos recesan sus actividades hasta que se determine su reapertura.
Una Iglesia encarnada: el personal de salud en la primera línea de combate
Un artículo publicado por el joven seminarista Rafael Cruz Dévora narra la historia de Alejandro Luis Pérez Ceballo, un enfermero joven, laico de la parroquia de Colón, de la diócesis de Matanzas, quien labora en el hospital militar Doctor Mario Muñoz de esa provincia, uno de los principales centros de salud del país que atienden a pacientes contagiados con la epidemia.
“Una realidad triste porque las personas ingresan sin posibilidad de acompañante. Los trabajadores de la salud en el hospital éramos la única familia que ellos tenían, nos tocaba bañar y alimentar a los de edades más avanzadas y dar apoyo psicológico a casi todos. Difícil fue el trabajo con los niños porque no podían bajarse de las camas, pero infantes al fin, querían correr y jugar en la sala. Los momentos más emocionantes eran cuando llegaban los resultados negativos de las pruebas de tipo PCR y las personas felices nos daban las gracias por el amor y las buenas atenciones”, expresó el joven enfermero.
Ernesto Cruz, un joven voluntario de la Cruz Roja, también ayuda en uno de los centros de aislamientos, ubicados en la Universidad de Ciencia Informáticas (UCI), en La Habana. En una entrevista al periodista Julio Pernús, expresó:
“En realidad cada día es distinto y a veces parece que estoy en el mejor lugar para poner a prueba mi fe. Hay días en los que no dormimos, pues estamos al servicio de los pacientes a cualquier hora. Soy un ser humano; por mi carácter suelo estar mucho tiempo alegre, pero a veces, como cualquier persona, me deprimo, me quiebro, pero luego pienso en cuanto me necesitan los pacientes y que he venido hasta este sitio de tinieblas, para ayudarlos a que tengan una estancia lo más humana posible, en esta instalación donde a veces converso con personas que sienten que han sido castigadas por Dios. Mira, esto no se lo he comentado a muchos amigos, pero en ocasiones me voy para un lugar tranquilo y en los pequeños ratos de descanso, saco un rosario que traje conmigo y me detengo a pedirle a Jesús por todas los pacientes, ya sean positivos o solo sospechosos. Pues para mí, ahora son mis hermanos; en realidad es una experiencia de fe tan grande la que he tenido oportunidad de vivir, que al culminar todo esto les digo a mi familia y a mi novia, a los que extraño mucho, que ya no seré el mismo nunca más”, comentó Ernesto quien además es uno de los jóvenes líderes de la Vicaría San Juan Pablo II, en la Arquidiócesis de La Habana.
#MisasXTV: el hashtag de los católicos cubanos que se volvió popular en las redes
Durante el mensaje de la COCC los obispos mencionaron la petición realizada a las autoridades para la transmisión televisiva de algunas de las celebraciones por Semana Santa. Por otro lado, el Consejo Nacional de Laicos también se hizo eco de la petición: “Sentimos la necesidad de pedir a las autoridades cubanas la transmisión de las Eucaristías dominicales, así como las celebraciones de la Semana Santa”.
También algunos fieles compartieron en sus redes sociales un grupo de mensajes a favor de la transmisión de misas y celebraciones por televisión ante la imposibilidad de asistir a sus comunidades. Para ello, en sus reclamos empleaban el hashtag #MisasXTV.
A los pocos días, la Televisión Cubana, después de anunciar que transmitiría íntegramente y de manera diferida la bendición universal del Papa Francisco, Urbi et Orbi, solamente mostró las palabras del Sumo Pontífice, lo cual creó mayor indignación entre los televidentes.
En respuesta a la solicitud de los obispos, la COCC informó en una nota de la aprobación por parte de las autoridades de la transmisión de misas dominicales y celebraciones por televisión durante el tiempo que durara la epidemia:
“Cada Obispo en su territorio tendrá una alocución radial de 30 minutos en la mañana del 5 de abril (Domingo de Ramos), 9 de abril (Jueves Santo), 10 de abril (Viernes Santo) y 12 de abril (Domingo de Resurrección).
La Arquidiócesis de Santiago de Cuba tendrá las alocuciones radiales los días 9 y 10, ya que los domingos será transmitida por TV la Misa que se celebra en la Basílica- Santuario de la Virgen de la Caridad en El Cobre.
Posterior a la Semana Santa, y mientras se mantenga el aislamiento social a causa de las medidas preventivas ante la presencia del Covid-19, los Obispos tendrán una alocución radial el domingo en la mañana”.
En consecuencia, como parte de este hecho inédito, el 8 de abril se vio por primera vez al Cardenal Juan García protegido con un nasobuco durante el Sermón de las Siete Palabras, en el cual, además, pidió la bendición de Dios para todo el pueblo cubano.
Las nuevas iniciativas para llevar la Iglesia a los hogares.
En la barriada habanera del Mónaco, del municipio 10 de octubre, los vecinos aplauden dos veces. Justo cuando los relojes marcan las 9 p.m., el Padre Jorge Luis Pérez Soto, párroco de la Iglesia de San Francisco de Paula, toca las campanas para indicar a los fieles que ya es hora de agradecer a los médicos y a todo el personal de salud que trabaja día y noche por combatir la enfermedad de la Covid19.
Minutos después, desde lo alto de la torre del campanario, saca el megáfono, reza un Padrenuestro, dice unas breves palabras y bendice a los fieles de la parroquia. Cuando termina, se vuelven a escuchar otra bandada de aplausos de las personas que a esa hora también están unidas por la oración.
El último Domingo de Cuaresma, luego de que anunciaran que miles de fieles católicos que no podrían asistir a misa, ocurrió una auténtica revolución en Paula. Unas luces, un sistema de audio y unos cambios visuales en el altar. Todo listo para que desde esta popular iglesia comenzaran una serie de transmisiones en vivo por las redes sociales con un novedoso concepto: hacer tramisiones breves, adaptadas al esquema de las redes sociales, pero que también atrapen por su belleza y por la claridad de sus mensajes a personas de todas las edades, especialmente a los más jóvenes.
Adrián Martínez Cádiz, uno de los jóvenes más avezados en la realización audiovisual de la Iglesia católica en Cuba, con pocos recursos y junto al apoyo del padre Jorge Luis Pérez Soto, guía este proyecto de la Pastoral Juvenil de La Habana para llevar la Iglesia a los hogares. Solo en el último mes, las misas y otras celebraciones han llegado a más de cien mil personas en las redes sociales.
Después de Semana Santa este proyecto ha mantenido la transmisión de las misas dominicales a las 9 a.m., así como la adoración del Santísimo Sacramento, los jueves a las 7 p.m.
También desde Holguín, numerosos jóvenes cada domingo apoyan la realización de programas radiales de 30 minutos de duración los cuales tienen informaciones, canciones, oraciones y las palabras del obispo, Mons. Emilio Aranguren Echeverría.
En Camagüey, el padre Rolando Montes de Oca, además de coordinar las transmisiones online de cada misa dominical en el Arzobispado de esta arquidiócesis, también lleva la comunión, casa por casa, a cada uno de los miembros de su comunidad de Santa Ana.
Por su parte, en Güines, el padre Alfredo,junto a los voluntarios de su comunidad y la ayuda de Cáritas Habana, logran distribuir alimentos, aseo y medicamentos a los más necesitados.
La ética del cuidado
La mayor parte de los fieles de la Iglesia asumen la actitud de permanecer confinados en sus casas para evitar la propagación de la epidemia.
En estos tiempos de coronavirus, la hermana Teresa Vaz no ha dejado de soñar. Desde Portugal llegó a La Habana el 27 de junio de 2001 con la idea de trabajar junto a su congregación, las Hermanas del Amor de Dios, en una pequeña guardería para cuidar a niños pobres del poblado de Regla.
Hoy dirige el centro “Padre Usera”, la guardería más importante en La Habana Vieja. Con muy pocos recursos, la hermana Teresa ha conseguido que todos vean en este proyecto un gran ejemplo de cómo el amor genera vida y esperanza aún en las situaciones más difíciles.
En una carta muy espiritual compartió sus más hondas preocupaciones: “Me siento como en letargo, mi único proyecto es no hacer proyectos”. Posteriormente explica que la aptitud personal que debemos asumir en este tiempo de crisis es la del “grano de trigo”, o sea, poner todo en manos de Dios.
Mientras escribo estas líneas, cientos de médicos y voluntarios, entre ellos, un grupo importante de laicos y laicas, entregan sus vidas por los demás para combatir la pandemia. Otro grupo de voluntarios atienden a las personas en los centros de aislamiento.
Además, los tradicionales servicios de Caritas, Saint Egidio, el hogar la Edad de Oro con las Hijas de la Caridad, entre otros más, no han dejado de trabajar por servir a los más necesitados. También un grupo importante de parroquias y laicos han trabajado en la confección de nasobucos y en el acompañamiento de ancianos.
Esta crisis ha cambiado radicalmente el modo de mirar a la Iglesia en Cuba, no sólo como un espacio de culto y oración, sino también como un espacio social de encuentro. Sin embargo, también en este tiempo han incrementado los pequeños grupos parroquiales que hacen presencia en las redes sociales; sacerdotes y laicos implementan nuevas formas evangelización digital; los obispos transmiten sus mensajes por los grupos de WhatsApp; y las personas, aún en la distancia y el confinamiento, rezan más unidas.
La Iglesia ha sido transformada por una pandemia que la ha sacado de su rutina para buscar nuevas formas de acción en la sociedad sin dejar de lado la Tradición y el apego al Magisterio.
¿Cómo será la Iglesia y el mundo en lo adelante? ¿Qué elementos positivos se podrán sacar de este período? Estas interrogantes, sin dudas, deberán estar presentes en la reflexión de cada comunidad eclesial después de la pandemia.
Mientras tanto, los cristianos y cristianas seguiremos esperando la gloriosa Pascua que está por venir y, en esta espera, te seguiremos narrando esas historias de fe, caridad y esperanza en tiempos de coronavirus.
Continuará…